Nos encontramos al final de un ciclo en el que la obsoleta estructura piramidal por la que nos regimos, por mucho que se mejore, ya no sirve para la evolución de valores y capacidades que por tecnología podríamos a llegar a alcanzar, como es la ética, la transparencia, el diálogo o la inteligencia colectiva, el trabajo colaborativo, la cocreación o la coinnovación, por nombrar algunos.
Ahora bien, cuando uno se encuentra dentro de un paradigma determinado es muy difícil innovar, sobre todo, cuando hablamos de cambio de paradigma social o económico que implica “cerrar” un sistema de vida y dar paso a uno nuevo, por mucho que sepamos que es parte de la evolución, llegado un punto, dar cambios notables que permitan seguir avanzando. En la teoría sabemos que estamos en evolución constante, que es parte de la y de nuestra naturaleza, que aún nos falta mucho por descubrir o que los grandes cambios evolutivos se dan por cambios de paradigma pero en la práctica nos encontramos con tres grandes retos que nos dificultan percibirlo y aceptarlo como parte de nuestra esencia y existencia:
1. La evolución es imperceptible en nuestro día a día: Necesitamos tomar perspectiva en el tiempo para ser conscientes de ella. Si no lo hacemos así, nuestra sensación es de inmutabilidad.
2. Las creencias (normalmente limitadoras) y barreras que vivir en un determinado paradigma “nos impone”: Es decir, las “reglas” del paradigma en el que vivimos determinan nuestra visión de la realidad.
Y, bajo mi punto de vista, el reto más importante:
3. Nuestra inmadurez emocional. El hecho de que aún nos falte desarrollar plenamente nuestra inteligencia emocional, nos lleva a movernos bajo dos viejos axiomas que han marcado nuestra evolución hasta la fecha:
- “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Sentimos miedo atávico hacia lo “nuevo”. Tradicionalmente lo hemos visto como el caos, el descontrol y la fuente de “todo mal”. Seguimos rigiéndonos bajo “emociones” muy similares a las que sentíamos cuando la tierra era plana, la física era alquimia, prácticamente todo estaba por descubrir y el coste de los descubrimientos era altísimo, ya fuera en vidas, en romper con creencias, en …
- “estás conmigo o estás contra mí”. Seguimos viendo la diferencia como una deslealtad y un cuestionamiento “personal” hacia lo que digo, hago o “he luchado”, en vez de verlo como nuevas vías de evolución y desarrollo.
El paradigma en el que nos movemos se convierte así, en una “barrera” que nos lleva a “actuar” de forma automática por lo que pensamos “es” y nos impide plantearnos nuevas formas de interacción, intercambio o relación fuera de las que estamos habituados. Es más, no sólo nos impide planteárnoslo, sino que normalmente lleva a rechazar y negar iniciativas “que atenten contra el orden establecido” por considerarlas utópicas, imposibles o generadoras potenciales de todo tipo de males:
Un buen ejemplo de esto lo tenemos en cómo los diarios y telediarios “oficiales” presentan la posibilidad de salida del “euro”. Nos intentan convecer de que sería el caos, en el mejor de los casos (y no sería cambio de paradigma, aunque sí un gran cambio).
Si observamos la realidad y la crisis
en la que nos encontramos, vemos que, antes de nada es una crisis del
sistema vigente, construido bajo parámetros que ya han desaparecido
(información es poder, culturas locales e incomunicadas, …) y bajo un
valor que hace mucho dejó de ser válido, la fuerza frente a la inteligencia.
Aún así, seguimos empeñados en salir
de ella (la crisis), haciendo lo mismo que nos trajo hasta ella,
luchando y presionando (antes por medio de las armas, ahora por medio
del voto pero continuamos con ganadores y vencedores y la ley del más
fuerte) cuando la historia nos muestra que por esta vía, se convierte en
un movimiento pendular, en el que cambian actores pero el sistema (y
los problemas) se mantienen, cuando no van a más, como es la situación
que estamos viviendo.
Continua imperando la inmadurez
emocional, ayudada por sus dos grandes aliados, el temor a lo
desconocido y la vergüenza a sobresalir en el grupo al que
“pertenezcamos” y sus esquemas “falsamente probados” y que ante
preguntas como:
- ¿En qué época, región, país ha funcionado?
- ¿Por qué se vino abajo?
- …
La respuesta más habitual suele ser
el silencio ¿porque la respuesta es, sea el sistema que sea, su
insostenibilidad social, económica, medioambiental …?
Nuestro bajo desarrollo emocional nos lleva a actuar bajo la creencia
de, si siempre ha sido así, es poco menos que imposible que sea
diferente, en vez de pensar que quizás sea así porque hasta ahora, no
hemos llegado al punto evolutivo para poder desarrollar nuevas
capacidades y que sea de forma diferente. Por lo que cuando alguien
plantea nuevas formas de hacer, nuestra tendencia inconsciente es a
mirar al pasado y, si en éste no encontramos referencia alguna al
respecto, nuestra siguiente reacción suele ser el rechazo y la negación:
En el pasado no hay constancia de
democracias participativas en países con una gran población, ergo, la
democracia participativa es imposible, en vez de pensar o analizar si
dicha ausencia se puede deber, por ejemplo, a la imposibilidad de
hacerlo porque no teníamos la tecnología para ello.
Los cambios de paradigma exigen estar abiertos a lo desconocido pero, si queremos lograr un cambio de paradigma social y económico, es preciso además, desarrollar el diálogo para poder aprovechar todo el potencial de la diversidad, la inteligencia colectiva y la coinnovación y cocreación, poder vencer el vértigo que conllevan dichos cambios y realizarlos lo más fácilmente posible y esto sólo es posible si maduramos emocionalmente.
Desarrollemos nuestra inteligencia emocional, maduremos emocionalmente y nos abriremos a todas las posibilidades -y oportunidades- que un cambio de paradigma social y económico conllevaría.
http://www.myklogica.es/2012/07/la-inteligencia-emocional-clave-para-la-innovacion-y-el-cambio-de-paradigma-social-y-economico/
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