Santiago. Como el empresario que es, Sebastián Piñera
tiene claro que una economía crece si se sientan las bases para elevar,
entre otros, los índices de productividad, de innovación, de
emprendimiento, de investigación y desarrollo (I+D) y de ciencia y
tecnología. Por eso no es de extrañar que en el Programa de Gobierno en
que sustentó su campaña a la Presidencia de Chile, con la que finalmente
se quedó, haya puesto énfasis en conceptos como los mencionados.
De hecho, en los primeros párrafos del mensaje que envió a la
ciudadanía y con el que abrió ese documento, el Mandatario se preguntó: “¿dónde están el crecimiento sólido y las promesas de promover la innovación y el emprendimiento?”. Con
esa frase no sólo acusó a las administraciones anteriores de haberle
restado prioridad a tales elementos, sino que su estímulo lo asumió como
un desafío de la que, a la postre, sería su gestión en el Palacio de La
Moneda.
A un año y cuatro meses de haber asumido como Presidente, se hace
necesario ahondar y evaluar el avance que se observa de las ideas-fuerza
de su Programa que, a saber, fueron incrementar la productividad total
de factores (PTF) desde el -0,5% de 2009 a 1,5% al fin de su mandato
mediante políticas de modernización del Estado, la adición de recursos a
capacitación, el cultivo de un “ambiente favorable al emprendimiento” y
el fomento de “la innovación científica y tecnológica”.
No es todo. En un acápite titulado Desarrollo Científico y Tecnológico,
Piñera prometió aumentar la inversión en I+D desde 0,7% del PIB a 1,2%
del PIB a fines de su gestión y sentar las bases para que pueda
duplicarse a 2021. Para esto advirtió que se perfeccionará la
institucionalidad y el marco regulatorio para estimular la creación
científica y tecnológica, y que acercará el mundo de la empresa a la
academia. Además, consignó que se potenciará el capital humano
mejorando el sistema de becas en el extranjero para doctorados y
posdoctorados
En el ámbito de las telecomunicaciones aseguró que los gobernantes que
le precedieron no tuvieron el sentido de urgencia para permitir la
introducción rápida de los últimos cambios tecnológicos. Así que, en esa
línea, postuló reformas institucionales como la creación de una Superintendencia para el área.
Otro de los conceptos clave que el actual jefe de Estado propuso fue dar espacio a las nuevas tecnologías de generación limpia de energía.
“Uno de los objetivos de nuestro Programa de Gobierno es aspirar a que
al año 2020 más del 20% de la matriz eléctrica chilena derive de las
energías renovables no convencionales (ERNC)”, expuso en el texto.
Evaluación. A modo de evaluación de estas ideas y de
su estado de avance, Cristóbal García, profesor de la Universidad
Católica de Chile y director de EmprendeUC, señaló que “las promesas
siempre son más grandes y ambiciosas que los hechos y lo posible de
realizar, dadas las restricciones políticas y de presupuesto”. Con todo,
para él la administración de Sebastián Piñera ha continuado
profundizando el sistema nacional de innovación, pues “Chile ya tenía
una base desde donde avanzar”.
En ese sentido destaca la apuesta de dar espacio a 100 mil nuevos emprendimientos y el programa Start-Up Chile,
que busca atraer al país a empresarios foráneos, proyecto que debe ser
profundizado y complementado, ya que lo califica como trascendental para
desarrollar un polo tecnológico.
Pese a que Alejandro Barros, investigador del Centro de Sistemas
Públicos de la Facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad de
Chile, calificó el plan tecnológico del jefe de Estado como “ambicioso”,
también consignó que “siempre los programas están sobregirados y tienen más de lo que se puede hacer, sobre todo en períodos tan cortos”.
Asimismo, plantea dudas sobre el manejo de la llamada Estrategia
Digital, pues hace dos meses hubo un cambio en la residencia de esa
política y la mayor parte pasó del Ministerio de Economía a la
Secretaría General de la Presidencia. “Hay una gran incógnita respecto a
cómo se va a avanzar en los distintos temas”, declaró, añadiendo que
“hay un diseño distinto que está en proceso de construcción. La gran
pregunta es cómo va a operar”.
Consultado por si las ofertas que se orientaban a robustecer el
emprendimiento, la productividad y el apuntalamiento tecnológico están
avanzando y materializándose, Barros afirmó que “creo que no. Se ve más
bien como una declaración, pero no ha habido una bajada en cosas más
concretas”.
García valoró también la disminución de los costos en la creación de
empresas que se logró, entre otras razones, con la creación del Diario
Oficial digital. Lo propio aseveró de la reducción del tiempo para la
constitución de compañías desde 27 a 16 días, y que se reducirá a tres
días mediante un nuevo proyecto de ley.
Coincidió en esos puntos María Cristina Betancour, directora del Centro
de Investigación en Gestión Empresarial (CIGE) de la Universidad Mayor.
Y aunque celebra en términos generales el Programa de Piñera
-especialmente la Agenda de Impulso Competitivo lanzada recientemente-,
considera que la promesa de elevar la productividad desde -0,5% a
1,5%, estimulando la inversión en I+D y en ciencia y tecnología, es
algo que “no es tan fácil” de conseguir, “porque se requiere
mucha cooperación público-privada en relación a implementar la
investigación y desarrollo de las universidades en las compañías”. De
todos modos, planteó que las decisiones tomadas hasta ahora están bien
encaminadas.
Sobre la idea de crear una Superintendencia de Telecomunicaciones,
Betancour expresó que Chile está muy avanzado en este ámbito y que “es
difícil poner mayores restricciones en un sector que está funcionando
adecuadamente, por lo menos en innovación y desarrollo (...) No me queda
tan claro que se necesite efectivamente”.
Barros discrepó. Según sostuvo, la actual Subsecretaría de
Telecomunicaciones (Subtel) no puede tener al mismo tiempo el rol de
promotor de la industria y de regulador de la misma, como es hasta hoy. “Eso determina un comportamiento esquizofrénico”, aseguró, indicando que una Superintendencia es necesaria y que es una buena propuesta de Piñera.
“Otro tema en que el Gobierno ha continuado la senda (previa), incluso
acelerándola, tiene que ver con la atracción de centros de excelencia de
nivel mundial”, detalló García, aludiendo al Fraunhofer Institute que ya se instaló en Chile, aunque cabe consignar que esa gestión se inició en el período de Michelle Bachelet.
“Si uno quiere subir el gasto en I+D, hay que traer estos flujos
internacionales, no sólo de emprendedores, sino de instituciones más
duraderas que se vinculen con universidades y empresas que estén
haciendo investigación y desarrollo”, declaró, agregando que el Gobierno
apoyó además una alianza entre la UC y la universidad de Stanford y
que, asimismo, hay conversaciones con el Stanford Research Institute.
El profesor García destaca también que se está modificando en el
Congreso la ley de incentivo tributario a la I+D con el fin de hacerla
más fácil y expedita. “Se está perfeccionando; venía de la
administración anterior y apunta a fomentar que las grandes empresas
inviertan en investigación y desarrollo”, complementó, apuntando a que
este es un gran paso hacia el incremento de la transferencia tecnológica
desde la academia hacia las compañías y el mercado.
Desafíos. Uno de los retos que observa García para la
gestión de Piñera está en el incentivo que debe hacerse para el regreso
de aquellos que cursaron doctorados y posdoctorados en el extranjero, ya
que “hay muy pocas becas para insertar a académicos que quieren
trabajar en biotecnología. Becas Chile es excelente, pero eso ha
provocado que tengamos mucho talento afuera, fuga de cerebros. Esta
administración tiene el desafío de buscar instrumentos de atracción de
capital humano”.
Otra tarea pendiente, en opinión de Betancour, está en la
profundización de los lazos entre universidades y empresas para impulsar
la transferencia tecnológica. “Los mundos académico y de las compañías
no han estado muy ligados por un largo período; entonces, se requiere de
tiempo para lograr que toda la investigación que se hace en las casas
de estudio vaya, efectivamente, a mejorar la productividad de las
empresas”, declaró.
“El principal desafío que tiene Chile es establecer una
institucionalidad adecuada de este tema en un área del Estado y que
idealmente sea transgobierno”, enfatizó Barros, porque estas materias requieren largos plazos para la implementación y obtención de resultados.
Sebastián Piñera ofreció elevar la inversión en I+D desde 0,7% a 1,2%
del PIB y sentar las bases para duplicar el guarismo al 2021. Al
respecto, Betancour sostuvo que “a eso apuntan las medidas tomadas por
la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) y los ministerios.
Ahora, aumentar este monto no se trata sólo de que el Gobierno pueda
querer; también hay problemas de aprobación de presupuesto. Además, no
está claro el diagnóstico”.
El Mandatario aseguró que lograría un crecimiento económico promedio de
6% en sus cuatro años en La Moneda. Para eso, argumentó, es necesario
duplicar la disponibilidad de energía a 2020, por lo que afirmó que se
buscaría la forma de aprovechar los “abundantes recursos naturales en
fuentes energéticas que son amistosas con el medio ambiente”, aludiendo a
la hidroelectricidad, geotermia, solar, eólica, mareomotriz y otras,
con el fin de que, a ese año, el 20% de la corriente generada en Chile
sea de origen renovable no convencional (ERNC), con la aplicación y
desarrollo de tecnologías.
Sin embargo, el biministro de Minería y Energía, Laurence Golborne, puso en duda el objetivo. “En
las actuales condiciones legales y dado el avance que tienen los
proyectos, y que faltan nueve años para el 2020, en este período parece
muy difícil que se pudiera alcanzar esa meta. Es tremendamente ambiciosa
y mucho más alta que la mayoría de los países europeos. Pretender
llegar a ella en ese horizonte parece una situación compleja", dijo.
“(Esto) es un pie atrás”, aseveró García, porque, “por último, si
efectivamente no se puede llegar al 20%, hay que dar las señales y poner
recursos e incentivos para que emprendedores de afuera y locales estén
investigando y desarrollando” nuevas tecnologías, con el fin de delinear
“una ruta, que ahora está pendiente”.
Al debe. El Consejo Nacional de Innovación para la
Competitividad (CNIC) definió en la administración anterior los llamados
cluster o industrias estratégicas a ser potenciados desde una alianza
público-privada. Dichas áreas eran minería, acuicultura, alimentos,
turismo de intereses especiales y servicios globales. Sin embargo, esa
política de selectividad fue modificada por el actual gobierno y, desde
ahora, no se discriminará en el aporte a determinados rubros.
“Buenas o malas, el Estado tomó ciertas definiciones que estuvieron
dadas por privilegiar algunas áreas” en las que había ventajas
comparativas versus otros países, explicó Barros. “Eso se cambió en los
últimos meses por un asunto conceptual y político; es decir, la
autoridad dice por qué vamos a beneficiar a ciertos sectores... que se
desarrollen los que se tienen que desarrollar. La verdad es que no
comparto esa visión. Muchos países que han avanzado es porque han apostado por ciertas industrias importantes, como Taiwán e Irlanda”, añadió.
Uno de los cluster era el de servicios globales. Según García, la idea
era atraer a Chile back office, call centers o insumos y componentes de
multinacionales que consumen tecnología.
“Ese esfuerzo se estaría dejando de lado para que el mercado opere sin
tanto incentivo. Es parte (de la ideología) de algunos muchachos de los Chicago Boys,
que siguen tomando algunas decisiones por ahí”, aseguró García. A su
juicio, Chile se estaba instalando como una plataforma en este ámbito y
dejarlo de lado “puede significar pérdidas de competitividad y de uso
intensivo de tecnología”.
Con todo, y a modo de cierre, el investigador de la Universidad de
Chile, Alejandro Barros, manifestó que las materias tecnológicas deben
ser observadas como “sustanciales para el desarrollo del país. O sea, si
aporta o no al PIB per cápita. En general, este tema ha sido presentado
en lenguaje de ‘computines’ y no de economistas o cientistas políticos.
Hay que preguntarse cómo se logra que este asunto esté en el radar de
alguien que esté construyendo la política pública medioambiental,
educacional o de modernización del Estado (...) No se trata de
decir que nos encantaría tener más evolución digital, sino de que si no
la tenemos, no vamos a llegar al desarrollo”.
http://tecno.americaeconomia.com/noticias/chile-los-avances-criticas-y-desafios-del-programa-tecnologico-de-sebastian-pinera
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